Verle alli, seco, esmirriado, encogido por la vejez y la enfermedad, debajo de aquel absurdo cruzifijo me parecia poco menos que una obscenidad.
Para mí, mi abuelo siempre fuera, sino anarquista, por lo menos antieclesiástico.
Los curas pasan la mitad de la vida a aprender como engañar durante la otra mitad, decia él. Cago en Dios!
Siempre pensé que esa rabia le vendría de los tiempos de la guerra, o de las dificultades de después...Y fué con mucha pena que ví como, en los últimos años, tal vez con el miedo a la muerte o tal vez por la soledad de su sordera, aquel discurso, aquel cagarse en Dios todos los dias, se diluia y transformaba en una admiración de estampitas de santos y santinas.
Sin embargo, la memória que tengo de mi abuelo no es la del final de su vida. No es la de un hombre debilitado y amargado con sus hijas. No es la de un viejo con olor a orina y con los sentidos devorados por el alzheimer.
No. La memória de mi abuelo es otra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario